
La máxima nota en cuanto a gráficos. La consola de Nintendo nos da una lección con este título acerca de lo bien que puede hacerse un plataformas, combinando sabiamente la belleza de los entornos con la comodidad suficiente para explorarlos. Cada galaxia que atraviesa Mario es radicalmente diferente a la anterior o a la siguiente por la que se encaminará. Todas tienen rasgos que las hacen únicas e irrepetibles.
La música es también de otra galaxia. Contiene unas piezas que lamentamos no poder contar editado en Europa un disco recopilatorio con todas los temas de esta entrega. Son unas canciones cuidadosamente preparadas, en perfecta sintonía con el tono de los mundos que visitamos. Es una compañera más en el viaje que realiza el jugador junto a Mario.
Mario Galaxy nos introduce a un nuevo personaje: la madre de las estrellas, un ser muy parecido a la bobotonta princesa Peach pero con un carisma enormemente mayor que logra despertar en el jugador una mejor sensación que cuando se está frente a la líder del reino champiñón. Pero sin duda, me quedo con mi mejor momento. Cuando después de la brillante secuencia de introducción, el protagonista aparece de repente en un planeta por el que puede correr, pudiendo disfrutar de la forma esférica del mismo, hasta atrapar a esos tres misteriosos conejos que luego nos revelarán parte importante de la trama.
Este juego daría para muchísimas líneas que quizá otro día desarrolle en un texto aparte. Me queda la tranquilidad de que por mucho que hable de esta obra maestra de los videojuegos, siempre me quedaré corto.
Y como detalle nostálgico, sentí la misma sensación que cuando disfruté por primera vez del Mario 64. Un verdadero honor.
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