Anoche salí de puerto con el cielo nublado pero soplaba en mi rostro la brisa que tan bien me hacía sentir, así que me animé a emprender nuevamente una travesía. Sin embargo, al final de la noche se formó una espesa y oscura tormenta que me impedía ver el rumbo que tomaba. De pronto, un relámpago fue a parar al mástil de mi embarcación dejándome a merced de la corriente marina. Las temperaturas bajaron bruscamente y la brisa se transformó en frío, mucho frío.
El mástil principal de la embarcación había quedado muy dañado. Aquello que me hacía posible seguir controlando la navegación quedó completamente destrozado. Probablemente lo pueda reparar y ver la luz nuevamente, quién sabe.
Seguramente no escriba en unos días hasta que acondicione otra vez la nave. Pero algo he aprendido: nunca más volveré a salir con un barco de madera. Lo haré con uno de acero.
El mástil principal de la embarcación había quedado muy dañado. Aquello que me hacía posible seguir controlando la navegación quedó completamente destrozado. Probablemente lo pueda reparar y ver la luz nuevamente, quién sabe.
Seguramente no escriba en unos días hasta que acondicione otra vez la nave. Pero algo he aprendido: nunca más volveré a salir con un barco de madera. Lo haré con uno de acero.
3 comentarios:
¡Ánimo, Antoni!, algo te ha pasado que te ha afectado mucho. Un beso (perdona las libertades. Amaya.
hola Antonio, te noto triste por este comentario, te pasa algo? sea lo que sea ánimo y adelante. Un beso muy fuerte. Mayte
Da igual el barco que tengas! siempre habrá un FARO que te diga donde está la costa :)
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